La tapa del libro bien puede llamar a engaño. Es el rostro de esa ucraniana abisal cubriendo toda la superficie, más un título neto, El tiempo, y el nombre de la autora sin más indicación. Al malentendido adhiere –el lector quizás lo sabe– el hecho de que Clarice Lispector es una “niña de los ojos” para la editorial Cuenco de Plata. De ahí –se apura el esperanzado– la posibilidad de que pudiera tratarse de un hallazgo tras una nueva porfía en la exhumación de sus papeles. La sobrevida de algo demasiado bien guardado, cualquier clase de cosa, papeles vírgenes perdidos entre sus carpetas de estudiante o sus listas de mandados. Se equivoca y bien ese entusiasta; la desilusión hay que cobrársela a la propia editorial, entregada como está a una travesura tan poco simpática. Porque este libro no...
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