Desde hace muchos años la desidia intelectual del votante español se había acostumbrado a la zafiedad, la incultura, el amor por el tópico y la vacuidad ética de sus candidatos. No es que los políticos sustituyeran el mensaje por la puesta en escena. Es que no podían trasmitir mensajes porque les faltaban neuronas para articularlos. Lo sabíamos pero les votábamos igual bajo la enseña acomodaticia del “es lo que hay”. Pues han venido unos profesores, unos estudiantes, unos jubilados, unos desempleados y otras gentes del montón, y han dado un mensaje claro a la ciudadanía: nosotros, por lo menos, no insultamos vuestra inteligencia con chascarrillos y frases hechas; no descalificamos, sino que directamente condenamos; ofrecemos ideas y no eslóganes; presentamos un programa de mínimos con olo...
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