Es imposible narrar en pocas líneas la extraordinaria trayectoria vital y profesional de Rocha, también trasmitir ajustadamente su calidad humana. Uno se siente tentado simplemente a agradecerle que haya querido quedarse tanto tiempo entre nosotros, enriqueciendo nuestras vidas, regalando alegría, inteligencia, vitalidad y una bondad tal que, por más que el mundo se empeñara en idear variadísimas versiones de la desgracia, bastaban cinco palabras o diez minutos en su compañía para que uno recuperara instantáneamente la confianza en el género humano.
Esto, por supuesto, no era magia. No era que Hugo fuera un ser sobrehumano. No era, tampoco, que fuera un héroe. Era sólo un hombre común y nada menos que un hombre común. Pero no era un hombre corriente.
Hugo Rocha fue y seguirá siendo el homb...
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