Cuando estudiaba derecho, en un país donde no parecía posible ser otra cosa que abogado o médico, el profesor de derecho penal Milton Cairoli, para explicarnos el concepto de proporcionalidad, recurría a la fábula de la bazuca y la gallina. “Si un vecino se lleva nuestra gallina –decía–, no podemos dispararle con una bazuca y alegar legítima defensa.” El profesor, con infinita paciencia, trataba de explicarnos que el vecino justiciero no era tal, porque la defensa debía ser ajustada, proporcional, y que no había nada más peligroso que el abuso del poder disfrazado de justicia.
Aquella era una época extraña para estudiar derecho: la democracia recién recuperada había parido el engendro de la ley de caducidad. Algunos estudiantes pensábamos que la Universidad no podía avalar tal ley y que la...
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