No precisaba ser amenazado de muerte –como al parecer sucedió la semana pasada– para que su nombre anduviera de boca en boca. Es el operador de la justicia más mediático. Es el que dice lo que “la gente” que está “harta de la inseguridad” quiere escuchar. Parece disfrutar de su exposición pública. Le sirve de terapia, ha dicho. Le parece injusto que le digan “facho”, pero no le molesta. Entre sus pares se ha hecho fama de “mano dura”, pero no defiende la cadena perpetua ni quiere establecer la pena de muerte, ni siquiera está de acuerdo con bajar la edad de imputabilidad penal. Sin embargo es dueño de un discurso radical sin matices contra la delincuencia y contra la “hiperbenignidad” del sistema de justicia. Aparece siempre formulando sentencias verbales catastrofistas y maniqueas. Aplica...
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