Son las ocho de la noche del jueves. A mi lado un inglés al que parece importarle bien poco la eliminación orina en una bolsa de ruffles. Que por suerte son de mejor calidad que las nuestras.La selección uruguaya le acaba de dar la mayor alegría de sus vidas futbolísticas a varios miles de hijos de Obdulio (y a la vez sobrinos de Francéscoli y Kanapkis) que de alguna manera se las ingeniaron para llegar hasta el estadio del Corinthians. Es que todo se dio de manera ideal. Desde la metamorfosis del “Cacha”, pasando por un encuentro digno de tatuaje de Giménez, más un Muslera que por ahí mete miedo con alguna salida pero que después te salva esas pelotas que te cambian un partido y hasta un campeonato.Y después está Luis Suárez. No sé si lo de meter el gol para luego ir a saludar a Walter F...
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