El Oscar, otra vez
Cada año, millones de espectadores miran por televisión la ceremonia de premiación del cine más famosa del mundo. Y pese a las desazones de tener que asistir a repetidos paneos sobre la elegante concurrencia real a la fiesta, a ver cómo se ríen de chistes cuya traducción, simultánea o no, casi siempre nos deja afuera de la gracia, de ver cómo se alargan las horas con los premios a mejor mezcla de sonido o algún ignoto rubro semejante, una perversa curiosidad ata a unos cuantos de esos millones a la pantalla.
Para aplaudir o enojarse si premiaron tal película, tal director, tal actriz o actor. Unos días más durará la indignación o la aprobación del Oscar. Y luego, a otra cosa. Sin que lo tengamos en cuenta, el del año próximo ya está en marcha.
Por si hiciera falta a...
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