Con su perspectiva habitual, la televisión prefirió hablar de la “temible insurrección” de los jóvenes de la orilla. Este relato se propone otro eje: hubo un muerto.
Era domingo. Por fin la primavera se había dignado dar un respiro y suspender la lluvia que todo lo convierte en barro. Por lo menos en esta parte de la ciudad. Había pasado el mediodía y la plaza, sin otro mobiliario que pasto y un anfiteatro desvencijado, oficiaba como siempre de lugar de esparcimiento; estaba lleno de gente. En sus alrededores paseaban los de la Iglesia con los gurises, otros venían cargando sus pertenencias de vuelta de pasarse la mañana en la feria, y estaban los pibes sentados en la escalerita del anfiteatro de Marconi: una estructura que consta de un escenario a dos metros del suelo y una pared detrás c...
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