Cuando Aquiles, el mejor guerrero de los aqueos, mata al príncipe troyano Héctor, el único que podía disputarle un duelo, no se conforma con la muerte de su rival. No siente que la victoria está completa hasta que ata el cuerpo sin vida de Héctor a su cuádriga y lo arrastra alrededor de las murallas de Troya. Escenas similares ocurren más de una vez en La ilíada. Es que según Homero los combates no terminan cuando se mata al enemigo, sino que hay un segundo momento en que esa estocada se confirma: el de la expoliación del cadáver.
Pero Homero también le permitió a Aquiles retractarse. El rey Príamo, de incógnito, va al campamento de los sitiadores a rogar por los restos de su hijo. Y Aquiles se los entrega.Hay un eco que viene de tan atrás como esos tiempos homéricos que nos dice que ...
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