Sobrevivieron al hambre, a la desnutrición crónica y a la miseria: son una porción de niños que nacieron en los hogares caídos del sistema y fueron llamados “la generación perdida”. Los grandes estudios estadísticos no registran su huella pero ahí están, testigos de una sociedad que mejoró sus indicadores económicos y aun así permanece tercamente fragmentada y desigual.
Decir crisis de 2002 es una forma de transportarse “al año en que el país se rompió” o cuando las desgracias llegaron todas a la vez. Por mencionar sólo algunas, la tasa de desempleo trepó hasta alcanzar niveles históricos y rozó el 20 por ciento; al mismo tiempo que los salarios bajaban, la inflación, el costo de vida y la canasta básica aumentaban. Así, la pobreza se duplicó y acorraló a cuatro de cada diez uruguayos. Mie...
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