“¡Señores, es increíble lo que está pasando! ¡Están quemando el Congreso!”, exclamaba con evidente asombro el reportero Santiago González, con su voz entrecortada por los efectos del humo y los gases lacrimógenos. Las imágenes trasmitidas en directo por la televisión mostraban a personas enfurecidas arrojando piedras, rompiendo vidrios, destruyendo documentos, arrancando placas de legisladores a quienes consideraban traidores o “senarratas”, mientras altas lenguas de fuego empezaban a devorar el lujoso edificio del Poder Legislativo, en el centro histórico de Asunción, ante el llamativo repliegue de los policías y la muy tardía llegada de los bomberos.
Eran poco más de las 19 horas del viernes 31 de marzo y los “zócalos” de la mayoría de las pantallas televisivas hablaban de “un nuevo marz...
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