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Mano de obra atrapada

Entre el Ministerio del Interior y el de Trabajo y Seguridad Social parece haber una diferencia semántica de peso. Cada vez son más los presos que trabajan, pero nadie fiscaliza que se cumplan sus derechos laborales. Mientras tanto, y entre las múltiples tareas que realizan, los presos construyen cárceles pero no reciben ni siquiera una remuneración.

Taller de chapa y pintura del Centro de Rehabilitación de Punta de Rieles / Foto: Juanjo Castell

A cambio de su fuerza de trabajo un preso no percibe lo mismo que cualquier trabajador. Para el Estado, un preso que trabaja no es igual a cualquier trabajador. Y mientras tanto, dentro de la cárcel hay casi tantas modalidades de trabajo como trabajadores, muchas teñidas por la informalidad. La oferta laboral de la cárcel exhibe emprendimientos del Estado y de privados que “contratan” a presos, además de presos-empresarios que se transforman en jefes de sus compañeros-empleados.
El criterio que parece primar, defendido por muchos mediante argumentos por demás atendibles, es que es necesario que las personas privadas de libertad estén ocupadas, se capaciten y reciban algún dinero para colaborar con sus familias o generar ahorros de cara a la salida. El trabajo dignifica, parece ser la idea ...

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