Navigare necesse est, vivere non est necesse.
Más que al mar, asociamos el adjetivo “baldío” a la tierra, una tierra de nadie, estéril, desolada, la tierra baldía del inmenso poema de Eliot, poderosa parábola del alma en imágenes rotas. Carlos María Domínguez se planta en la orilla opuesta, elige la extrañeza de la paradoja y dedica la cualidad de “baldío” a su imaginario narrativo marítimo, un escenario plural desde donde renueva las tensiones entre el poder de la naturaleza y la debilidad y los conflictos de personajes enfrentados a situaciones extremas.
¿Cómo piensa Domínguez esa larga tradición literaria relacionada con el mar, ese archivo generoso a partir del cual construye los cuentos de Mares baldíos y una deriva de obras tan heterogéneas como la premiada novela Tres muescas en mi...
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