A las nueve de la mañana, su hora de entrada, un operador telefónico del turno matutino tiene que hacer la primera llamada. Para lograrlo debe llegar unos siete minutos antes para encender la computadora y abrir los programas con el tiempo necesario para empezar en punto. Esos minutos extra –se quejan los trabajadores– no figuran en el contrato, tampoco están pagos, ni se traducen en la posibilidad de retirarse antes. Desde el comienzo de la jornada se dibuja lo áspero que a veces les resulta este rubro.
Cuando surge un nuevo sector y crece rápidamente es común que las leyes laborales corran detrás de la astucia empresarial. Los avances tecnológicos sembraron un campo fértil para el nacimiento de nuevos tipos de empleos, un abanico del que –con más de 4 mil trabajadores– los centros telefó...
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