La mesa “Escrituras eróticas”, prometía. La integraban dos pesos pesados, Roberto Echavarren y Hugo Achugar; una poeta, Melisa Machado, única mujer del panel, que reconoció no ser feminista, y Hoski, el más joven, un escritor cuyo nombre civil es José Luis Gadea, aunque es afín a adoptar heterónimos. No tardó en quedar en evidencia que los tres primeros tenían una idea sobre el erotismo y su representación literaria bien distinta a la de Hoski. Con franqueza y también con firmeza, conteniendo algún atisbo de indignación o cierto vicio didáctico, los cuatro presentaron argumentos en torno a la pregunta por el erotismo y la pornografía, interrogaron formas de decir literariamente el placer erótico y el placer del texto, y, por fin, alojaron en el debate las diferencias generacionales.
El diá...
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