Leer algo, seguir la formalidad fría y descontextualizada de reproducir fonéticamente algo que se produjo días atrás, cuando la garganta y los ojos no estaban asidos por el llanto y la euforia, no le nace a nadie en circunstancias tan emotivas. Pero las reglas son las reglas, y los protocolos enmarcados por los capiteles dorados de las columnas imponen una compostura que resulta oportuno no perder. Las caras de los asistentes (entre los que figuraban esa mayoría de anónimos pero quizás fervientes lectores de la poeta, y esa minoría de seres queridos que la acompañaron desde Uruguay) esperaban ansiosas las palabras, no las absurdas y hermosas que anunciaban las ganas de abrazar y decir cosas desacomodadas, sino las otras, las sesudas, las escritas, las que darían cierta cuenta de que el pre...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate