Al gobierno mexicano el sismo le llegó en forma de descrédito. Su reacción tardía abrió una brecha urgente, en la que la gente se volcó a las calles de manera solidaria y sin medir riesgos personales para salvar a las personas atrapadas en los edificios derrumbados. Un día después, cuando el ejército tomó el control de todos esos puntos de catástrofe y desplazó a los voluntarios, la información veraz se convirtió en la siguiente víctima.
La idílica imagen de la solidaridad que representaron cientos de personas rascando en los escombros de un edificio que acababa de caerse, recortadas sus siluetas en la polvareda que dejó el colapso, o pasándose mano a mano los restos del cascajo, fue sacudida de un plumazo durante la primera noche y la mañana que siguieron al terremoto del martes 19 de set...
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