El veterano alto, de tez muy curtida y ojos menudos, se aproxima despacio a la fiesta callejera. Se acoda sobre el muro de una casa y cruza un pie sobre otro, cual parroquiano de bar. Sonríe y asiente con la cabeza al ritmo del blues de Wild Billy James, uno de varios artistas en la grilla que seguirá hasta avanzada la noche. Celebran los dos años de la biblioteca del asentamiento Kennedy.
La felicidad en el rostro del recién llegado se justifica: se trata de la primera biblioteca en este barrio –donde él reside desde hace décadas– condenado a desaparecer mediante un realojo masivo. El centro funciona a impulso vecinal, sin apoyo ni fondos públicos, y es referencia para decenas de niños, niñas, adolescentes y adultos que son sus socios. Todo terminará cuando el intendente Enrique Antía con...
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