Las ruinas de lo que fue el barrio Vila Autódromo remiten a un terremoto. La presencia, las 24 horas del día, de un pelotón de la guardia municipal, evoca la guerra. Son restos de casas, despojos de hogares que alguna vez abrigaron familias de pescadores y trabajadoras, pedazos de vidas demolidas entre unos pocos arbustos que permanecen en pie. Como las 50 familias que no se doblegan pese a las topadoras, los chantajes, las presiones, el dinero ofrecido de manera casi obscena e incluso la violenta represión que se valió de palos, balas de goma y gases lacrimógenos para acabar con la comunidad.
Hace un par de semanas fue demolido uno de los emblemas del barrio: la sede de la asociación de vecinos, epicentro de la lucha de cuatro décadas contra los intentos de las autoridades, curvadas al po...
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