Encorvándose sobre la cruz de los caballos esquivaban el ramerío y el ñapindá; la picada estaba sucia. Al fin llegó el rumor del Paso Real. Arreciaban los tábanos, las moscas, el “bicho chico”. Antes de cruzar el Río Negro dejaron abrevar a los caballos sudorosos. Ávidamente, los hombres imitaban a los animales. Con el agua a la cintura, los caballos de tiro pasaron a Tacuarembó. Desensillar no es trabajo exigente para los humildes: recados simples, pelegos, alguna cincha, los menos freno, otros bozal indio.
Arrearon los animales al agua bañándolos con la ayuda del chambergo o a pura mano. Renacía la voz humana, pausada, cauta, amortiguada por la inmensidad verde del monte. En la orilla liberaron a los caballos. Ismael se echó al agua junto a su gente. Agua oscura, dulce, del Hum.
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