Iracema, que se vino de Rivera a Montevideo hace 25 años, jamás hubiese imaginado no poder caminar por la avenida Sarandí porque las veredas no alcanzaran para tanto peatón ni las calles para tanto auto. Llegaron a ingresar 10 mil brasileños por semana. “Había trabajo para el que quisiera”, dice, y hasta sueldos no del todo malos. Su sobrino Jhony todavía vive con los padres y ella duda de que aporte dinero a la casa, pero desde que hace algo más de un año consiguió empleo en un free shop, se paga su ropa, las salidas y compró auto.
Además, la ciudad se puso linda, iluminada, en obra. Más paredes de “material”, menos de madera. “Nunca fue una ciudad sucia, pero ahora está como más ordenada”, intenta primero, y luego se corrige: “Lo que había era mucho barro”. La calle de su infancia y adol...
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