Marisa Monte es lo más cercano a una unanimidad en su generación en Brasil. Pese a la admiración generalizada por su trabajo, quizá nunca se la dimensionó debidamente. Porque es mucho más que una excelente cantante en la generosa tradición de cantantes mujeres de la Mpb. Sus virtudes como intérprete, más su concepto de la música, más la sagacidad con que llevó su carrera, suman la fuerza que más contribuyó a la sobrevida de dos décadas que tuvo esa misma Mpb, que a fines de los ochenta parecía agotada.
Ella empezó a actuar regularmente en Rio de Janeiro en 1987. Ya en 1988 era toda una estrella: sus espectáculos agotaban localidades con días de antelación, la invitaban a la televisión, empezó a presentarse en otras ciudades. Su repertorio mezclaba canciones de los repertorios de Titãs, Mut...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate