Cualquier memoria de escritor, cualquier “escena de lectura” inaugural implica una ley del deseo. Piénsese en el recorrido de ida y vuelta que hacía el niño Onetti para conseguir un ejemplar de Las aventuras de Fantomas o en las lecturas furtivas en la biblioteca familiar que recordaba Josefina Lerena cuando era una transgresión que una muchachita leyera, por nombrar apenas un par de ejemplos locales, y se podrá apreciar esa necesidad de acceso y conquista personal de la lectura que existe siempre en el origen de todo buen lector.
Haciendo un poco de historia creo posible detectar que las ferias tuvieron un momento de esplendor cuando la recuperación democrática alentó la llegada de escritores de todo el mundo. Cantidad de embajadas extranjeras competían por instalar sus stands en la Feria...
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