Cualquiera que recuerde la película Cuando el destino nos alcance (Richard Fleischer, 1972) recordará la revelación final que es el título de esta nota. Soylent, la comida verde que se consumía en ese futuro distópico, estaba hecha de carne humana. Ahora el destino nos alcanzó, pero Soylent –un producto que acaba de comenzar a comercializarse por ahora sólo en Estados Unidos– afortunadamente extrae las proteínas de fuentes menos macabras. Todo empezó hace un par de años, cuando unos jóvenes ingenieros en software estaban trabajando furiosamente en lo que los jóvenes estadounidenses suelen trabajar furiosamente, es decir, la manera de hacerse descomunalmente ricos inventando algún artilugio tecnológico. Habían alquilado un apartamento en San Francisco y se les estaba terminando el dinero, ...
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