Tomarse un ácido fue, durante décadas, una experiencia de la que muy pocos en este país podían dar cuenta. Era casi imposible encontrar Lsd y, si alguien había traído algunas dosis de Estados Unidos o Europa, eran escasísimos los que podían pagarlas. Los hongos alucinógenos eran el sucedáneo tercermundista disponible para los que se sentían atraídos por esa clase de búsquedas, pero los resultados de su ingesta eran demasiado imprevisibles para que se convirtieran en un ítem relevante en el menú de la psicodelia oriental.
Hoy el desarrollo de la bioquímica está determinando la capacidad creciente de producir sustancias psicotrópicas; las personas que tienen (o creen tener) el conocimiento necesario para hacerlo son cada vez más, y el equipamiento requerido es cada vez más accesible. La prod...
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