En la madrugada del jueves 25 de setiembre Sergio Landskron caminaba por las calles del barrio Yungay apretando contra su cuerpo un bolso. Drogadicto, desvinculado de su familia desde hace varios años y en situación de calle, Sergio era una más de las figuras del otro Chile que se mueven por esa zona del oeste pobre de Santiago.
A pesar de los esfuerzos municipales para darle un carácter patrimonial y cultural, el Yungay sigue siendo un barrio que retrata, con sus edificaciones bajas, casas de inquilinato, pensiones y baratillos, la decadencia de la pequeña clase media de empleados y funcionarios públicos que se formó entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Entre sus habitantes actuales se mezclan jubilados pobres, inmigrantes peruanos, estudiantes de las universidades privadas más b...
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