Para algunos de quienes andamos hace ya muchos
años en este curioso oficio de escribir y hablar de cine, febrero trae, además
de calores y carnaval, lo que hace tiempo llamé “la pesadilla del Oscar”. La
gran y esperada premiación hollywoodense a lo producido el año anterior tiene
una maquinaria publicitaria que camina sola, porque hablan del Oscar, sin que
nadie lo pague, radios, canales de televisión, blogs, diarios, revistas, redes
sociales. Si algún efecto positivo tiene todo este despliegue es que,
eventualmente, se decidan a ir al cine personas que usualmente no van,
impulsadas por el runrún circundante a molestarse en ver “ahora”, sin esperar
que sean subidas a alguna plataforma, las famosas “películas del Oscar”.
Lo malo es que la larga historia del premio habilita poco al
optimismo...
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