Hoy existen tantas minorías que parece que, dentro de poco tiempo, los verdaderamente minoritarios serán los que no pertenezcan a ninguna. Cada minoría, individualmente considerada, tiene sus particularidades legítimas, y es claro que son compartibles muchas de sus reivindicaciones. Pero consideradas en conjunto, aparecen elementos un tanto irracionales. Veamos el asunto. Cada vez que una minoría reivindica sus derechos estamos ante la presencia de un acto legítimo y muchas veces compartible. El discurso reivindicatorio puede apelar al pasado, a la violencia, a la igualdad de oportunidades, etcétera. Todo esto no es criticable en absoluto. Pero implícita detrás de cada reivindicación está como contracara la figura difusa del “discriminador”, figura que no tiene nombre y apellido y a veces...
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