No es fácil orientarse en el laberinto de la medina de Túnez. Los negocios cierran sus puertas al caer el sol y lo que era un bullicio de comercios se transforma en empalizadas oscuras con cortinas metálicas o paneles de madera clausurando los locales. Cada esquina se vuelve la definición de “boca de lobo” y algunos callejones se pueblan de presencias que parecen amenazantes pero que sólo quieren vender su mercancía, prohibida, y por lo tanto necesitada de la sombra.
Si se encuentra el rumbo y se desemboca en la Puerta de Francia, la luz inunda las retinas. Luego de las tres cuadras de una avenida que también se llama Francia, se abre un bulevar, todavía más iluminado, el Habib Bourguiba, a imagen y semejanza de los Campos Elíseos de París.
Hay un eco de Francia en el norte de África, que ...
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