El chino de Tacuarí entre Independencia y Estados Unidos tiene mejores vinos que los demás chinos del barrio: me gusta ir a rebuscar en sus estantes. También tiene una vidriera grande y despejada, 12 metros de vidrio que a veces está limpio. Esta tarde, 10 de diciembre, el patrón chino y otros dos chinos ocupan la vereda con chispas y herramientas: sueldan e instalan rejas. Los miro y me parece un signo, una metáfora: tres chinos en cuclillas con sus máscaras, hombres que hasta ayer no tenían miedo escondiéndose detrás de fierros nuevos. Ella me explica que es un signo más fuerte: en la esquina de Tacuarí e Independencia hay una comisaría. Tanta policía junta debió ser la razón por la que el chino pensó, por años, que no necesitaba rejas; ahora, de pronto, el argumento ya no vale. La poli...
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