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Turbia y perversa

La discriminación, la violencia encarnada en los patovicas, la mujer como carnada para colmar el negocio, son la contracara de la distensión, la fiesta y el baile que congregan a miles de jóvenes en la noche montevideana.

Ilustración: Ombú.

No le gustaba. El “Cabeza”1 agarró viaje como patovica porque no tenía otra cosa. Durante un tiempo, además de hacer la seguridad del boliche, vigilaba que nadie robara las verduras en la feria, entonces llegaba del baile, se tiraba unos minutos y enfilaba como un zombi a seguir sumando horas.
Debutó en un boliche de Pocitos, su tarea consistía en cuidar que el baño fuera utilizado para sus fines primarios y no para pelear o consumir drogas, asunto que no resultó demasiado complejo hasta la siguiente semana, en la que se encontró con que ya no debía vigilar el baño, sino la puerta de entrada. Un par de meses después recibió el año nuevo entre desconocidos y borrachos en una fiesta en Punta del Este. Trabajó 20 horas seguidas para estrenar 2015 con 2 mil pesos más en el bolsillo.
Los hombre...

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