Turistas de paso
La ciudad se nos antoja un enorme puerto abierto a todos los ángulos, a todas las visiones. Tal vez esta impresión esté incitada por un enorme buque de carga varado casi en la calzada, cerca del movimiento de unos autos que parecieran esquivarlo. Almorzamos en un bar de mala muerte donde se dan cita en un mismo espejo Marilyn, Einstein y los Tres Chiflados.
Nos perdemos ascendiendo calles con casas estrechas, montadas unas sobre otras, con ventanas por las que asoman viejos sabios sin dientes, matronas que ofrendan sus tetas en los postigos mientras rezongan a sus críos, y marineros que silban a María o nos enfocan con ojos chuecos. Un ascensor trepa por la colina y subimos para evitar las escaleras mientras rechina y se inclina como un animal moribundo: me recuerda l...
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