Aunque todavía en cantidad marginal, los vehículos eléctricos empiezan a ocupar las calles. En la transición hay que medir los beneficios, pero también los perjuicios ambientales, y además aprovechar para pensar de nuevo el tránsito: ¿es una simple sustitución del combustible fósil por la energía eléctrica o cambiará la lógica del auto personal, que cada vez ocupa más espacio en la ciudad? El riesgo está en que los nuevos vehículos no sólo no compitan con el auto convencional, sino que desplacen a la bicicleta, sencilla, sin motor ni electricidad.
Sigilosos, sin hacer mucho ruido, avanzan sobre la ciudad. Por ahora son 12 autos particulares, 54 taxis, 94 utilitarios que emplean instituciones públicas y un ómnibus de Cutcsa. El Estado apuesta a electrificar paulatinamente el transporte públ...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate