Una de las cosas que esta nota quiere poner en tela de juicio es la calidad de “genio”, de “inclasificable”, de “único en su especie” que suele dársele a Carlos Real de Azúa, no porque no merezca todos esos elogios y reconocimientos, sino porque quedarse en ellos es aislar al autor de ser comprendido, pues no hay otra forma de comprender que asociar, clasificar, emparentar, relacionar, establecer principios, bases, comparaciones, con otros autores, escuelas de pensamiento, movimientos de época, teorías filosóficas, científicas y artísticas. Es decir, en algún punto, endiosar a Real de Azúa nos puede conducir a una parálisis intelectual, a un miedo a emitir alguna opinión sobre sus ideas que pueda resultar incompleta, insatisfactoria, reduccionista, castradora. Algo similar ocurre con Borge...
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