Es un día de viento en el que mirar al sol hace estornudar. El portón de rejas sobre Camino Carrasco y Santa Mónica está cerrado, pues las fornidas criaturas que mantienen corto el pasto del museo y parque Fernando García tienen prohibida la salida.
Tras las rejas se asoma, desde el siglo pasado, el chalé claro que una vez perteneció al burgués que dio nombre al parque. En la sombra del bosque de árboles y alguna palmera del también llamado Museo de los Carruajes y del Transporte se resguardan una caballeriza, una cochera, un taller de trabajo y, más lejos, una casona. Los pájaros sobrevuelan alborotados las 17 hectáreas de grama interrumpida por caminos de tierra y un arroyo.
Unas quince personas forman un semicírculo alrededor del director del museo, Luis Álvez, que las guía en la recorr...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate