La masacre del 7 de octubre, Brecha y las mentiras de la propaganda de guerra: ¿Cuánto horror justifica un genocidio? - Semanario Brecha
La masacre del 7 de octubre, Brecha y las mentiras de la propaganda de guerra

¿Cuánto horror justifica un genocidio?

Transcurridas pocas semanas del inicio de la Gran Guerra, millones de lectores de noticias ya lo sabían: el Ejército alemán asesinaba bebés a punta de bayoneta, cortaba las manos y los pies de los niños que capturaba, mutilaba los pechos de enfermeras a las que violaba, y crucificaba prisioneros de guerra. En no pocas ocasiones la depravación de los soldados llegaba al canibalismo y la necrofilia. Los reportes de la prensa británica indicaban que eran múltiples los testigos que lo habían visto con sus propios ojos mientras el ejército invasor del káiser arrasaba con la neutral Bélgica. Ante la presión de algunos escépticos en Reino Unido, el gabinete de su majestad Jorge V convocó un comité presidido por un grupo de intachables académicos que, tras arduas labores, dio su veredicto en 1915: estas infamias, y otras peores, eran completamente reales y extendidas.

Pero no lo eran. Terminado el conflicto, se reveló que esas historias eran inventos de la maquinaria de propaganda británica, desesperada porque un reticente Estados Unidos se sumara al esfuerzo bélico. Las vejaciones ficticias de niños y mujeres (y su detallada representación en infinidad de ilustraciones y reportajes gore) ocuparon, de acuerdo a la historiadora Nicoletta Gullace y otros estudiosos del período, la primera plana de un relato destinado a encender los instintos más básicos del público internacional.

Pero la «violación de Bélgica» sí ocurrió. Y «fue acompañada de un sufrimiento muy real», como apunta Gullace. Las tropas alemanas sí cometieron crímenes de guerra contra los belgas, sí asesinaron a miles de civiles, sí deportaron y sometieron a trabajos forzados a más de 100 mil, sí forzaron el desplazamiento de más de un millón. Pero (otro pero) «una de las tragedias del esfuerzo británico por manufacturar la verdad es la forma en que el sufrimiento auténtico pasó a quedar bajo sospecha a causa de las historias inventadas», lamenta la historiadora.

La campaña de embustes y exageraciones, una vez desmentida por la misma prensa que la había propalado, causó daño en dos direcciones. En las décadas siguientes, los crímenes reales que los alemanes habían cometido en Bélgica fueron desestimados por la opinión mundial, y luego, durante la Segunda Guerra Mundial, la memoria de aquellos inventos británicos afectó la credibilidad de los testimonios en tiempo real sobre los crímenes nazis, el Holocausto incluido. La propaganda de atrocidades, con su característica compulsión por el detalle morboso deshonesto, volvería a asomar su cabeza en variadas ocasiones y alcanzaría puntos especialmente bajos, como el de la «historia de Nayirah» en la primera guerra del Golfo o la campaña mediática que precedería al bombardeo de Yugoslavia por la OTAN (véase la nota de Daniel Gatti en este número).

Otro caso paradigmático de pornografía propagandística ha estado ocurriendo en los últimos meses y sus impulsores no están dispuestos a dar el brazo a torcer. El 8 de marzo, Brecha publicó el artículo «¿Quién ha usado la violencia sexual como arma de guerra?», en el que se reseñan hallazgos publicados por medios israelíes de diversa extracción política (Canal 12, Haaretz, Yedioth Ahronoth, The Times of Israel) que ponen en cuestión varios aspectos de lo informado por autoridades israelíes y medios de prensa occidentales con respecto a lo ocurrido el 7 de octubre de 2023. El artículo de Brecha también repasa las críticas que, con base en estas revelaciones, medios estadounidenses como The Intercept han hecho a la cobertura de The New York Times acerca de la violencia sexual durante esa jornada (cobertura cuya integridad ha sido cuestionada por la propia redacción del Times) y repasa las conclusiones –y las limitaciones– de la misión de la ONU que se expidió sobre este tema recientemente.

La publicación de este artículo causó en las redes la ya predecible catarata de insultos contra su autora, María Landi, y contra este semanario, y el lector adivinará cuál fue el epíteto preferido por los ofendidos defensores de la campaña militar israelí. Pero se hace necesario hacer algunas puntualizaciones sobre el contenido de la nota, a raíz de algunos comentarios «periodísticos» que despertó, comentarios que son un buen ejemplo del método de «discusión» preferido por los propagandistas de guerra.

Un editorial de El País del 15 de marzo se queja, en referencia a Brecha, de que, como parte de una «deleznable escalada de antisemitismo», haya publicaciones que «llegan al extremo de rebatir lisa y llanamente que la invasión del 7 de octubre haya incluido violaciones y asesinatos de civiles». No nos ocuparemos aquí de la infamante aunque ya gastada acusación de antisemitismo para la cual el colega de El País debería presentar pruebas que no tiene. Lo cierto es que este semanario ha rebatido a lo largo de su historia muchas cosas, pero, en lo que respecta a la invasión del 7 de octubre, informó desde el primer momento (véase «Fronteras de sangre», Brecha, 13-X-23) que la masacre perpetrada por Hamás incluyó, sin lugar a dudas, atroces asesinatos de civiles y, muy probablemente, violaciones, además de secuestros. A propósito del artículo de Landi, el editorialista de El País acusa a Brecha de publicar un «libelo» que «llega al extremo de citar medios ignotos, según los cuales las víctimas del festival Nova murieron por el “fuego amigo” de los israelíes». Es de disculpar la ignorancia de este furibundo colega en materia de política internacional, por lo que es razonable que Yedioth Ahronoth o Haaretz sean para él poco más que una jerigonza de origen desconocido. Sin embargo, no es de recibo su engañosa descripción de lo informado por el artículo de Brecha, que con respecto al festival Nova se limita a indicar el uso indiscriminado que las fuerzas israelíes hicieron allí de sus helicópteros de combate, tal como recoge el informe oficial de la Policía de Israel citado por varios medios de prensa israelíes.

La nota de Brecha también despertó el enojo del exsecretario general del Partido Colorado Max Sapolinski, que en un artículo publicado en Voces la sindica como parte de «una campaña orquestada con intención de quitar relevancia al salvajismo desatado el 7 de octubre y ubicar a Israel en el banquillo de los acusados». Según Sapolinski, «el agravante libelo» publicado en este semanario está «plagado de falsedades, sesgadas interpretaciones y tergiversadas informaciones». Tal fue el disgusto sufrido por el dirigente colorado que se olvidó de dar un solo ejemplo para estas acusaciones o desmentir un solo ápice de lo informado en el artículo.

Cabe citar otros dos casos de abuso de la falacia del hombre de paja. Los replicadores uruguayos de partes de guerra israelíes Ana Jerozolimski y Eduardo Zalovich quieren que Brecha se «avergüence» de algo que no se sabe bien qué es. A raíz del artículo de Landi, Jerozolimski sostiene que la periodista «cruzó todas las líneas rojas al alegar que no es cierto que Hamás masacró israelíes el 7 de octubre». Zalovich, columnista de Búsqueda, se lamenta, en una serie de cartas en esa publicación, de que Brecha publique un artículo «falso de punta a punta» y señala que las filmaciones de Hamás de sus crímenes del 7 de octubre «prueban» los relatos sobre bebés decapitados.

No importa que los lectores del artículo de Landi puedan verificar que en ningún momento los pies de la autora se acercaron siquiera a tales «líneas rojas». No importa que, en realidad, las filmaciones efectuadas por Hamás y difundidas por Israel no muestren en ningún momento bebés decapitados. Al fin y al cabo, la triste tarea de Jerozolimski y Zalovich parece ser alimentar la paranoia de personas que nunca se tomarán la molestia de leer la nota en cuestión. Hay una maquinaria de propaganda que acostumbra, aquí y en otras latitudes, a amedrentar a sus críticos mediante insultos, manipulaciones y llamados ejemplarizantes a demostraciones de arrepentimiento público. Quizás envalentonada por sus resultados con otros colegas, esta estrategia cree que logrará lo mismo con Brecha. Se equivocan.

Como cualquier lector puede fácilmente comprobar, en la larga cobertura de lo ocurrido desde el 7 de octubre en adelante, en las páginas de Brecha nunca se ha negado que Hamás cometió graves crímenes de guerra durante esa jornada. Por el contrario, los crímenes fueron reportados en estas páginas desde el primer momento. La intención difamatoria revela la fragilidad argumental de los defensores incondicionales de la política israelí y la ansiedad que les provoca su creciente desprestigio y debilidad política a escala internacional.

A pesar de los múltiples desmentidos (que han venido en ocasiones desde la propia Casa Blanca y la Oficina de Prensa del gobierno de Israel*), el 12 de marzo, en sesión de la Cámara de Representantes de Uruguay, una diputada del oficialismo hizo el siguiente relato sobre lo ocurrido el 7 de octubre en Israel: «Milicianos del grupo terrorista Hamás», dijo, «en actos de gran brutalidad, violaron mujeres, las decapitaron y les dispararon sus cabezas mientras eran violadas. Algunas fueron desmembradas. Según relatos de los propios sobrevivientes, a una mujer le cortaron un seno y se lo tiraban entre los terroristas. Decapitaron bebés, asesinaron a padres frente a sus familias y a hijos frente a sus padres. Una embarazada fue abierta a la mitad, y esto es literal. Colocaron a un bebé de meses dentro de un horno prendido y luego asesinaron a sus padres. Todos estos fueron actos premeditados, como actos de violencia, pues hay pruebas en diferentes escenarios».

Lo cierto es que, tras un repaso exhaustivo de la evidencia disponible a nivel público, solo uno de estos horrores cuenta con pruebas sólidas encontradas en escenario alguno: el asesinato de padres frente a sus familias y de hijos frente a sus padres. En los demás casos, en los que hay poco de literal y mucho de literario, cabe la pregunta de cuál es la necesidad de insistir con versiones cuya seriedad ha sido sistemáticamente puesta en duda cuando no lisa y llanamente desmentida por el periodismo mainstream de Israel y Estados Unidos, cuando al mismo tiempo existen sobradas pruebas de atrocidades reales que Hamás y sus acompañantes sí cometieron ese día (como lanzar granadas dentro de refugios atestados de civiles, entre otros horrores).

No son pocos quienes sostienen, como lo hace el periodista inglés Jonathan Cook, veterano observador de la política israelí contra los palestinos, que la respuesta está en que «Israel necesita crear un clima político favorable que excuse su genocidio en Gaza en la medida de lo necesario», algo que intenta mediante el uso y el abuso de los relatos más shockeantes posibles. La intención no es meramente presentar a Hamás como culpable de crímenes de lesa humanidad, es deshumanizar a los palestinos todos, esos «animales humanos», a decir de un ministro israelí. Con la misma premura que los folletineros ingleses de 1915 necesitaban convencer rápidamente a millones de jóvenes británicos y estadounidenses de hacerse matar en la guerra de trincheras, Israel necesita todos los días redoblar sus esfuerzos por alejar la vista y la discusión públicas de los más de 33 mil muertos que ha dejado en Gaza, más de 12 mil de ellos niños, los 70 mil heridos, la abrumadora destrucción de infraestructura civil (incluidos, con especial saña, los hospitales), la tortura sistemática, la hambruna deliberada y el ya indisimulado asesinato intencional de personal humanitario. En declaraciones recogidas por el portal oficial del gobierno israelí, Netanyahu felicitó a fines de noviembre a los líderes de la ONG Zaka, una verdadera fábrica de bulos sobre lo ocurrido el 7 de octubre (tal como lo ha demostrado, entre otros, Haaretz). «Necesitamos ganar tiempo, y eso lo logramos recurriendo a los líderes mundiales y a la opinión pública. Ustedes tienen un papel importante a la hora de influir en la opinión pública, que también influye en los líderes», les decía el premier israelí. Esto se intenta conseguir, por lo visto, no solo mintiendo, sino también mezclando una y otra vez los tantos y gritando bien fuerte. Ya no está dando mucho resultado.

*Una primera versión de esta nota afirmaba erróneamente que uno de los desmentidos provino del Departamento de Estado estadounidense.

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