Hay muchas cosas que recordar de Manuel, porque su vida toda estuvo signada por la acción. Se creó amigos y enemigos, aunque él, las más de las veces, no se daba por enterado, porque vivía absorto en su próxima acción, o en sus próximas y paralelas acciones necesarias. Uno de los capítulos, desde el hoy pintoresco y en su momento más que peligroso, es cómo peleó como un león, y si era menester como un gato, cuando debió burlar a la censura, escurrirse de las sucesivas –y a veces más bien patéticas– trampas que le tendía el régimen autoritario, en general a través de las acciones del inefable y misterioso Alencastro, el hombre encargado “de todo lo que tuviera que ver con lo espiritual”, ya se tratara de religión o de cultura. Aunque suene a llovido sobre mojado, no hay que olvidar, no lo ...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate