A las diez de la noche, la ex sinagoga del Barrio Sur estaba casi desierta. Unos pocos veteranos custodiaban el lugar y el teléfono, y dos periodistas jóvenes que habían sido designados a acompañar a los candidatos de la Unidad Popular alternaban la conversa con las predicciones que la radio trasmitía. “Vinimos hablando sobre la responsabilidad de Estados Unidos en los atentados del 11 de setiembre”, contó uno.
Sonriente, Gustavo López, candidato a la Vicepresidencia, fumaba un cigarro tras otro, y Gonzalo Abella seguía atendiendo a la prensa, que empezaba a reclamar las palabras de uno de los chicos que lograba meterse en el Parlamento. En ese momento, infladas y desconcertadas, las encuestas barajaban un 2 por ciento, los que les pintaba un segundo diputado en el horizonte. No fue así, c...
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