Ellos dicen que vienen “desde el copete de la República”, y vienen por segunda vez. Dos años atrás llegaron en camiones, hombres y mujeres, niños y viejos, a golpear a las puertas de Montevideo; reclamaban la aplicación de la ley de ocho horas en las plantaciones de Artigas, la bolsa de trabajo y el respeto de las leyes sociales, sólo vigentes para uruguayos afortunados. Traían la protesta de un mundo desconocido, donde los salarios se pagan con cartoncitos en lugar de dinero, y la jornada de trabajo se estira, para decirlo con palabras de Jorgelino Dutra, cañero, “de estrella a estrella”. Ahora, en ese mundo que no por ignorado no es ajeno, en ese pedazo de Uruguay que también es Uruguay, no sólo se niega a los hombres el pan, el techo, la asistencia médica y la cultura, sino que, además,...
Artículo para suscriptores
Hacé posible el periodismo en el que confiás.
Suscribiéndote a Brecha estás apoyando a un medio cooperativo, independiente y con compromiso social
Para continuar leyendo este artículo tenés que ser suscriptor de Brecha.
¿Ya sos suscriptor? Logueate