Sería injusto hablar de resurrección de un Sarratea, porque éste tenía una única cualidad: ser despreciable, no sólo por regalarle la Banda Oriental al virrey De Elío, sino porque la traición fue la constante como quintacolumna en la Revolución de Mayo, y el término despreciable no acomoda a los modales en uso.
No hay hoy Sarrateas de nuevo cuño. En cambio sí podemos percibir la metamorfosis de algún Pancho Ramírez doblegándose ante el poder. El “Supremo Entrerriano” llegó a Buenos Aires como lugarteniente de Artigas y a poco abandonó el puerto convertido en el más encarnizado enemigo del protector de los pueblos libres; hay ríos de tinta para explicar los porqués; como suele ocurrir, las explicaciones se desdibujan en montañas de intenciones, circunstancias, limitaciones, posibilidades, p...
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