El sistema electoral de Estados Unidos, con sus comicios legislativos cada dos años y presidenciales cada cuatro (más elecciones estatales y municipales en fechas diferentes), se ha convertido en casi una campaña permanente con oscilaciones que imitan los ciclos de crisis y bonanza económica.
La campaña para la renovación en noviembre de 2016 de un tercio del Senado, la totalidad de la Cámara de Representntes y el, o la, futuro/a presidente del país, en realidad no arranca hasta setiembre cuando, retornados del verano, los ciudadanos empiecen a poner atención seria a las candidaturas. Pero en los entrenamientos previos a la campaña algo ya es evidente: la mayoría de los votantes está de mal humor.
Por más de un siglo, y salvo por tres candidatos presidenciales independientes, las opciones ...
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