Marcos Ibarra cree que la última palabra no existe y por eso pinta, escribe y discurre mundos suspensivos.
—Comenzaste a formarte en plástica, luego de venir de Tacuarembó, con Dumas Oroño, pero hoy tus identidades van del escenógrafo al narrador premiado, pasando por el autor de historietas que agotan ejemplares. ¿Cómo armonizaste tanta pluralidad?
—En 1973 tenía 14 años, murió mi padre y eso me produjo una incisión emocional. Y en el recambio de amigos propio de la adolescencia aparecieron gustadores anónimos de poesía, música y pintura. Ya en aquel momento sentíamos todas esas manifestaciones como un todo, y yo dibujaba, pintaba y escribía. En mi barra éramos conscientes del valor que tenía la posibilidad de reunirnos a charlar en medio de una dictadura.
—Habrás visitado, alguna vez, al...
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