El Nobel concedido a Svetlana Alexiévich es –además de un reconocimiento a sus muchos talentos– un síntoma de los cambios ocurridos en lo que convenimos en llamar literatura. El tema no es apenas que la crónica periodística haya llegado a alcanzar excelencias que la elevan al estatuto artístico de lo literario, sino que la noción misma de literatura ha cambiado y ya no se ciñe a las formas tradicionales. De algún modo siempre ha sido así, aunque hay una ilusión de absoluto en el arte que nos induce a olvidar que esa inconstancia es histórica y que géneros y estilos nacen y perecen. Si existe una nueva percepción de la no-ficción que justifica el reciente Nobel, el cambio implica también mutaciones de las que la ficción no ha salido indemne, y alteraciones en las fronteras de las escrituras...
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