En octubre de 1978 el coronel Julio César Bonelli estaba tironeado por delicados asuntos, entre ellos los coletazos de la desaparición del maestro y periodista Julio Castro, de modo que –razonaba– quizás se había apresurado al ordenar, en su carácter de jefe de Policía de Montevideo, la rehabilitación cívica de Mario Benedetti y su inclusión como ciudadano categoría A. En su condición simultánea de delegado del Servicio de Información de Defensa en la Jefatura, el despacho que acababa de recibir firmado por el mayor Carlos Fernández, del Departamento I del Sid (Archivo), podía eventualmente introducir rispideces en la tensa relación con el imprevisible jefe de la inteligencia, el general Iván Paulós, cuando él, Bonelli, estaba acariciando ya el botoncito que lo convertiría en general. Así ...
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