Al comienzo de A la búsqueda del tiempo perdido, de Marcel Proust, el cura de la iglesia de Combray, el pueblo ficcional donde pasa sus vacaciones el joven e igualmente ficcionado Marcel, informa con orgullo que de lo alto de la torre de su iglesia medieval “cuando el tiempo está claro se puede distinguir hasta Verneuil”. Será en esta pequeña ciudad bien real en el mapa de la Alta Normandía francesa, Verneuil-sur-Avre, que nacerá años después Pascal Quignard (1948), en un entorno familiar de filólogos, músicos y docentes de letras clásicas. Pasará luego a vivir no lejos de ahí, en el puerto de El Havre, totalmente destruido en el período final de la Segunda Guerra Mundial y del que sólo algunos pocos vestigios quedaban por los tiempos de la infancia del escritor, que eran tiempos de recons...
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