En el principio fue el rancho, esencia arquitectónica de la patria, honrada en verso por los poetas nativistas, convertida en objeto de las primeras disquisiciones antropológicas, alabada en los libros de lectura escolar de Humberto Zarrilli y Roberto Abadie que todavía se utilizaban bien entrados los setenta.
Pero para entonces hacía rato que el constructo había empezado a significar otras cosas. El 20 de julio de 1945 el maestro Julio Castro publicó en Marcha la segunda de una serie de crónicas sobre las primeras misiones sociopedagógicas. Tituló “En el campo hay gente que se muere de hambre”, y empezó a contar que “generalmente los ranchos son de una sola pieza, con un camastro hecho con una tarima en un rincón. Al otro lado una tabla haciendo las veces de mesa. Y en el centro, frente a...
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