La memoria, como el análisis, necesita anclas, puntos de apoyo a partir de los cuales sea posible profundizar o, sencillamente, seguir adelante. Uno de esos mojones lo estamos bordeando estos días, aunque unos intenten minimizarlo y los otros hagan lo opuesto, aunque con fines idénticos.
En este tipo de enfoque importa más el recorrido que el resultado. Focalizarse en el proceso, y en el entorno, suele aportar los datos imprescindibles para entender el desenlace de la tragedia. Son los mínimos e imperceptibles deslices, esos gestos en apariencia absurdos que no alcanzan a configurar una actuación los que dan las pistas para deducir qué se esconde en los entretelones, los que hacen inteligible la trama que parecía incomprensible.
Vale la pena ponerlos en negro sobre blanco.
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El primero e...
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