Fue como emborracharse de repente. Sí, sonó una alarma, pero ¿cómo distinguirla entre las sirenas de las patrullas, comercios o ambulancias que son parte de la banda sonora de una metrópoli que –casi– no conoce la calma? Las puertas se abrían y cerraban solas y por un momento algún Poltergeist pareció ser la respuesta razonable al movimiento de cosas inanimadas. Claro que los mexicanos del barrio –que sí habían vivido terremotos– sí supieron qué ocurría y rápidamente salieron todos a la calle. La mayoría de ellos tienen una aplicación móvil que les avisa cuando hay un sismo, y por eso ya sabían, pocos minutos antes de las 12 de la noche del jueves 7 de setiembre, que se trataba del temblor más fuerte del siglo.
Al día siguiente los titulares de los periódicos respondían la pregunta que tod...
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