Apenas comencé a leer Hotel Lebac, la más reciente novela del periodista y escritor sanducero Carlos Caillabet (1948), cruzaron por mi mente dos imágenes, una literaria y otra cinematográfica. La primera rescató las pensiones decrépitas que proyecta el realismo duro de Anderssen Banchero. La segunda, aquel filme de Giuseppe Tornatore, Cinema Paradiso, donde un niño descubre su amor por las películas en un drama sentimental de la Italia de posguerra.
La asociación es comprensible. La historia que nos entrega Caillabet es narrada en primera persona por un adolescente que casi al inicio del relato ofrece datos cruciales: “Mi abuelo, que vivía con nosotros, una mañana amaneció muerto. A los pocos días mi padre quedó sin trabajo y tres meses después se marchó a Buenos Aires. Como consecuencia d...
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