Basta olvidarse del celular y subirse al ómnibus para sentir las manos huérfanas y la mirada sin destinatario fijo. Es cuando los ojos terminan por enfocarse con envidia en otros pasajeros que sostienen su rectángulo táctil, o se resignan a contemplar el paisaje que corre por la ventana.
No es novedad: los teléfonos son despertadores, agendas, mapas, calculadoras, cámaras, televisores y muchos etcéteras gracias a un sinfín de prestaciones que habilitan las multifacéticas aplicaciones. Pero, sobre todo, son la conexión constante con los demás, fundamentalmente a través de redes sociales. Es muy probable que los pasajeros envidiados estén escroleando los “inicios” de alguna de ellas. Seguramente la mayoría no sean conscientes de la gran cantidad de información que, voluntariamente, han propo...
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